Bajó de peso para que no se burlaran de sus hijos

Slimming World | Foto: SITIO OFICIAL

Por ggarcia@holadoctor.net
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Una mujer que llegó a pesar 252 libras quiso evitar que acosaran a sus hijos en la escuela por tener una madre gorda. Recordaba que cuando ella misma era estudiante, sus compañeros la habían apodado “Fat Nat”.



Durante muchos años, Natalie Fowkes, una mujer de Derbyshire, en Inglaterra, fue prisionera de su adicción a las comidas rápidas. En un año llegó a pasar 500 veces por un local de éstos para comprar comida y el desarreglo le causó una vertiginosa suba de peso, tanto que llegó a pesar 252 libras (114 kg).

En la escuela secundaria ya Natalie tenía que lidiar con su sobrepeso, y recuerda que siempre era la más gorda de la clase. De hecho, la habían apodado “Fat Nat” y le decían que parecía “una ballena encallada”. A los 18 años, cuando dejó la casa de sus padres, siguió con los malos hábitos a la hora de comer, y en tres años gastó más de $24,000 dólares en comidas rápidas.

La situación empeoró cuando tenía 21 años y quedó embarazada de su hija Maisie. En aquél momento había subido otras 56 libras (25 kilos) y decidió ponerle fin a los excesos. Quería evitar que cuando sus hijos fueran a la escuela los burlaran por tener una mamá tan gorda. Sin duda había quedado muy marcado en su memoria el dolor por el acoso que ella había sufrido por parte de sus propios compañeros.

"La comida era mi consuelo, y a la vez odiaba ser gorda. Pero para mis adentros pensaba que algún día se iban a arrepentir”, confiesa la mujer. Hace cuatro años recibió la sugerencia de un amigo, quien le recomendó consultar a Slimming World por un plan para bajar de peso. Si bien se sintió muy nerviosa en las primeras entrevistas, decidió aceptar el desafío.

En junio de 2013 nació su segundo hijo, Ollie, y se siente muy feliz ya que logró deshacerse de un tercio del peso que tenía tras bajar 84 libras (38 kilos). Hoy pesa 163 libras (74 kg) y se siente mucho más aliviada. “Sé cuánto pueden ser de crueles los niños, así que quise evitar que burlaran a mis hijos”, explica.


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Atrás quedó su adicción a los alimentos que tanto le gustaban: comidas rápidas para llevar, papas fritas, chips y sodas azucaradas. Según confiesa, comía todo lo que le pasaba por las manos, como una verdadera adicción, similar a la que algunas personas tienen con las drogas o el juego.

Hoy Natalie se siente feliz, tanto que tiene un programa propio para bajar de peso y ayudar a otras personas que están pasando por la situación que vivió ella. Entre los cambios más notorios, reemplazó el desayuno de pan blanco con crema de chocolate y un paquete de biscochos, por uno más saludable a base de frutas y yogur. Dejó las comidas rápidas y las reemplazó por pastas o vegetales rellenos, y para la cena, no más pizza: ahora elige carnes con vegetales.

Sin duda, gracias a su decisión, tanto Natalie como sus hijos podrán sentirse tranquilos cuando pisen las aulas de la escuela.