Mujer no pudo viajar en primera clase por pesar 428 libras

Natasha Coleman | Foto: SITIO OFICIAL

Por ggarcia@holadoctor.net
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Una mujer que pesaba más de 428 libras (194 kg), no logró entrar en un asiento de primera clase de un avión, y la mandaron a uno más ancho al fondo de la cabina, con una extensión para el cinturón de seguridad. El episodio la ayudó a cambiar su estilo de vida y logró bajar varios talles.



Natasha Coleman es una especialista en venta telefónica, muy competente en su trabajo y la mejor al momento de cerrar tratos con los clientes. Para recompensar su desempeño, la compañía la premia frecuentemente con lujosos viajes. En un vuelo, cuando estaba por sentarse en un asiento de primera clase, notó que no lograba caber en el asiento y tuvo que pedir ayuda a una azafata. 

El resto de los pasajeros le mandaba miradas fulminantes de desaprobación, como diciéndole que no tenía que estar en ese lugar ya que era inapropiado para alguien de su tamaño. Con dolor, vergüenza y resignación, tuvo que enfilar por el pasillo central del avión hacia un asiento más grande ubicado al fondo de la nave. Y como si esto no fuera suficiente humillación, tuvo que llamar a la azafata para pedirle una extensión para el cinturón de seguridad, ya que no alcanzaba a cerrar la hebilla sobre su abultado vientre.

El sobrepeso de Natasha provenía de una vida sedentaria y sin actividad física, llena de fritos y postres altos en calorías. Llegó a tener talle 32, y un peso de 428 libras (194 kg), algo considerado normal entre los miembros de su comunidad afro-americana de Panama City, en Florida.

"Mis hermanas y yo siempre tuvimos un lindo cabello, linda ropa y un montón de amigos. Se nos conocía como las chicas lindas y corpulentas”, cuenta en el libro de la escritora Marlo Thomas, donde se cita su historia.

Al tiempo del incidente del avión, su médico le sugirió desde usar pastillas para adelgazar hasta una cirugía de bypass gástrico, pero esto último la aterrorizaba, ya que temía no levantarse nunca más de la camilla del quirófano. También le advirtió que si seguía subiendo de peso, en un año ya no iba a poder caminar; le aconsejó que dejara las sodas azucaradas y le dio una lista de comidas para no superar las 1500 calorías diarias.


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Un día, sin decir nada a sus amigos ni a su familia, abandonó los fritos y los dulces, y llenó su heladera y alacenas solo con alimentos saludables. Empezó a ir al gimnasio con la idea de tener una rutina rigurosa, pero al segundo día rompió la cinta sobre la que caminaba y terminó en el suelo. Estuvo cuatro días deprimida pero volvió con más determinación que antes, y al tiempo empezó a perder peso.

Hoy usa el talle 10 y se atreve por primera vez en su vida a lucir prendas con transparencias, algo que nunca antes se hubiera imaginado. También se sorprende de no romper los tacones de los zapatos a los pocos días de uso, y de poder elegir un vestido directamente de un perchero. Incorporó en su rutina los ejercicios con pesas y la actividad cardio en un escalador, y hasta se atrevió a anotarse en una maratón, donde correrá sus primeros 5 kilómetros. Disfruta como nunca antes de sus viajes, muchas veces en compañía de su marido, David.

Está cerca de alcanzar su objetivo de pesar 170 libras (77 kg) , y confiesa que hace poco, cuando pasaba frente a un edificio, vio a una mujer con la misma camisa naranja que ella… en realidad ¡no había identificado su propia imagen reflejada en los vidrios! 

La historia fue incluida en el libro de Marlo Thomas, “It Ain’t Over Till It’s Over”, que recopila historias para ayudar a las lectoras a cumplir sus sueños. “Las mujeres no tienen que abandonar ese sueño que las nutre, ya que siempre hay tiempo para empezar de nuevo”, sostiene la escritora. 

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