Sistema inmunitario

Por qué ocurre la inflamación y cómo aliviarla

| Foto: GETTY IMAGES

Por Tomás Vicente
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Puntos Clave

  • La inflamación es una parte del proceso mediante el cual el sistema inmunitario defiende al organismo de agentes peligrosos, como virus y bacterias. 
  • A corto plazo es útil, sin embargo, a largo plazo puede provocar y ser el resultado de algunas afecciones graves, e incluso posiblemente mortales.
  • Para aliviar la inflamación prolongada es importante consultar a un profesional de la salud. También se recomienda mantener un estilo de vida saludable.


La inflamación es un mecanismo de defensa del organismo, perfectamente normal y necesario.

Sin embargo, puede convertirse en un problema cuando se vuelve crónica, ya que esto se asocia a un mayor riesgo de desarrollar otro tipo de afecciones, como obesidad, enfermedades cardíacas, síndrome metabólico o diabetes. Aquí repasamos las principales características de la inflamación y qué se puede hacer para aliviarla.

La inflamación es una parte del mecanismo de defensa del cuerpo y cumple un importante rol en el proceso de curación.

Cuando nuestro cuerpo detecta un intruso (que puede ser cualquier cuerpo extraño, como una espina, un agente irritante o patógenos, como virus, bacterias o parásitos), lanza una respuesta biológica para intentar eliminarlo.

Durante este proceso los tejidos acumulan proteínas plasmáticas, lo que lleva a una acumulación de líquido que provoca hinchazón. El cuerpo también libera neutrófilos, un tipo de glóbulo blanco o leucocito, que se mueven hacia el área afectada. Los leucocitos contienen moléculas que pueden ayudar a combatir los patógenos.

A su vez, los vasos sanguíneos pequeños se agrandan para permitir que los leucocitos y las proteínas plasmáticas lleguen al sitio de la lesión con mayor facilidad.

En algunos casos, el cuerpo puede percibir que sus propias células o tejidos son dañinos. Esta reacción puede conducir a enfermedades autoinmunes.

Cabe destacar que cuando la inflamación está presente en el cuerpo, existen niveles más altos de sustancias conocidas como biomarcadores.

A grandes rasgos, la inflamación se divide en dos tipos principales: aguda y crónica.

Inflamación aguda

La inflamación aguda suele ser causada por patógenos nocivos o lesiones en los tejidos. Se caracteriza por provocar:

  • Calor: el aumento del flujo sanguíneo puede dejar el área afectada caliente al tacto.
  • Dolor: puede ocurrir continuamente o solo cuando se toca el área afectada.
  • Enrojecimiento: sucede debido a un aumento en el suministro de sangre a los capilares de la zona.
  • Hinchazón: se puede desarrollar una afección llamada edema si se acumula líquido.
  • Pérdida de la función: puede haber dificultad para mover una articulación o respirar.

Quienes padecen inflamación aguda también pueden tener fiebre, sentirse casados o enfermos. Sin embargo, estos signos no siempre están presentes, incluso puede ocurrir un fenómeno que se conoce como "inflamación silenciosa", en el que no se presenta síntomas alguno.

Se estima que la inflamación aguda solo perdura por unos pocos días, sin embargo, la duración de los signos, su aparición, y la posibilidad de agravarse dependerán de la causa, parte del cuerpo afectada y factores individuales.


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Inflamación crónica

Cuando la inflamación se mantiene durante un tiempo prolongado (semanas o meses), se puede hablar de inflamación crónica, en la que coexisten el daño en los tejidos y los intentos de reparación, en diversas combinaciones. Puede producirse por:

  • Enfermedades autoinflamatorias: es un factor genético que afecta la forma en que funciona el sistema inmunitario.
  • Exposición a largo plazo y de bajo nivel a un irritante: como un químico industrial.
  • Inflamación aguda persistente: cuando una persona no se recupere por completo de la inflamación aguda.
  • Sensibilidad: la inflamación ocurre cuando el cuerpo siente algo que no debería estar allí.

Los síntomas dependerán de la enfermedad, pero pueden incluir dolor y fatiga. Los expertos señalan que las personas mayores, obesas, fumadoras, con dietas poco saludables, con altos niveles de estrés, o problemas para dormir tienen un mayor riesgo de desarrollar inflamación crónica.

Este tipo de inflamación tiene o puede tener vínculos con distintas afecciones, como:

  • Asma.
  • Alergias.
  • Artritis y otras enfermedades de las articulaciones.
  • Aterosclerosis.
  • Cáncer.
  • Diabetes
  • Enfermedad cardiovascular.
  • Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
  • Hepatitis.
  • Psoriasis.
  • Tuberculosis.

Tratamientos para la inflamación

No existe un único tratamiento para la inflamación, este dependerá de la causa y gravedad de cada caso. Incluso muchas veces no es necesario ningún tratamiento.

Lo importante es recurrir a un médico para que realice un diagnóstico y determine la mejor opción para aliviar la inflamación. Entre las más comunes se encuentran:

  • Antibióticos: para infecciones bacterianas.
  • Antimicóticos: para infecciones fúngicas.
  • Antiinflamatorios no esteroideos (AINE): no eliminan la causa de la inflamación, pero pueden ayudar a aliviar el dolor, hinchazón, fiebre y otros síntomas.
  • Corticosteroides: pueden ayudar a controlar distintas afecciones, como artritis, dermatitis, hepatitis, asma o reacciones alérgicas.

Desde la medicina tradicional se ha recurrido durante siglos al uso de diferentes hierbas para controlar la inflamación:

  • Cúrcuma (Curcuma longa).
  • Garra del diablo (Harpagophytum procumbens).
  • Hisopo (Hyssopus officinalis).
  • Jengibre (Zingiber officinale).

Cabe destacar que contar con evidencia científica significativa (proveniente de ensayos en humanos), las personas interesadas en utilizar terapias a base de hierbas y suplementos deben tener mucho cuidado. Consulta antes con un profesional de la salud, para conocer los posibles riesgos de las terapias complementarias.

Otro aspecto importante es el la alimentación. Si bien la dieta por sí sola no controlará la inflamación, comer de forma saludable puede ayudar a evitar que empeore.

Los expertos recomiendan incluir una dieta rica en vegetales, frutas, legumbres, frutos secos, semillas, carne magra y pescado. A su vez, se recomienda limitar o evitar los alimentos ultraprocesados, grasoso, fritos, y azucarados.

También es importante dormir correctamente (de ser posible en horario regulares), hacer ejercicio frecuentemente y controlar el peso y los niveles de estrés.

Fuentes consultadas: Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, Instituto Nacional del Cáncer.